Hoy despertaba con una noticia que me dejaba el cuerpo bastante frío. Nuestro querido ministro José Ignacio Wert (que yo sigo defendiendo que se pronuncia “Güert” y no “Vert”) está preparando una nueva Ley de Propiedad Intelectual (LPI) con la intención de hacer ilícita toda copia o compartición de libros electrónicos, pero que podría extenderse también a otros formatos, como vídeo y audio.
Os dejo aquí el enlace a la noticia, donde se comentan las consecuencias de su aplicación. Recomiendo su lectura para proseguir esta entrada.
Como comentan en el artículo, todo seguirá igual; la gente continuará descargando libros, música y películas a pesar de que se considere un delito y no forme parte del derecho a copia privada. Algo tan cotidiano como prestarle a un amigo cualquiera de estas cosas será también ilícito. ¿Cómo van a controlar todo esto? ¿Poniendo un policía en cada casa? Con la cantidad de recortes que hacen, lo dudo. Así que, sí, seguirá todo igual; bueno, no.
Aquí los grandes perjudicados seremos los autores, que dejaremos de percibir una compensación por la copia privada al pasar a considerarse un acto criminal y punible. La piratería seguirá existiendo, pero no habrá retribuciones a los creadores por ella. Esto no hace más que dañar el sector y, evidentemente, a la generación de obras. En resumen, no se ataja el problema existente y se cargan los perjuicios sobre los artistas. Una nueva y bonita fórmula de ahorrar dinero por parte del gobierno, que le permite cumplir su promesa de eliminar el canon digital.
¿Cuál es la alternativa? Dejar de resistirse a los tiempos modernos e insistir en un modelo de negocio anacrónico. Dicen que quien consigue la victoria es quien sabe ver las cosas antes de que ocurran, pero la industria sigue empeñada en vendarse los ojos y hacer caso omiso. Sólo quien se adelanta a los acontecimientos es capaz de prepararse. A título personal, he tomado nota. Pronto veréis los resultados, espero.
Os dejo aquí el enlace a la noticia, donde se comentan las consecuencias de su aplicación. Recomiendo su lectura para proseguir esta entrada.
Como comentan en el artículo, todo seguirá igual; la gente continuará descargando libros, música y películas a pesar de que se considere un delito y no forme parte del derecho a copia privada. Algo tan cotidiano como prestarle a un amigo cualquiera de estas cosas será también ilícito. ¿Cómo van a controlar todo esto? ¿Poniendo un policía en cada casa? Con la cantidad de recortes que hacen, lo dudo. Así que, sí, seguirá todo igual; bueno, no.
Aquí los grandes perjudicados seremos los autores, que dejaremos de percibir una compensación por la copia privada al pasar a considerarse un acto criminal y punible. La piratería seguirá existiendo, pero no habrá retribuciones a los creadores por ella. Esto no hace más que dañar el sector y, evidentemente, a la generación de obras. En resumen, no se ataja el problema existente y se cargan los perjuicios sobre los artistas. Una nueva y bonita fórmula de ahorrar dinero por parte del gobierno, que le permite cumplir su promesa de eliminar el canon digital.
¿Cuál es la alternativa? Dejar de resistirse a los tiempos modernos e insistir en un modelo de negocio anacrónico. Dicen que quien consigue la victoria es quien sabe ver las cosas antes de que ocurran, pero la industria sigue empeñada en vendarse los ojos y hacer caso omiso. Sólo quien se adelanta a los acontecimientos es capaz de prepararse. A título personal, he tomado nota. Pronto veréis los resultados, espero.
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