Describir es fácil. Basta con observar cualquier objeto y plasmar sus características sobre el papel. Es algo que hacemos desde niños. Por eso nos sentimos cómodos describiendo. Además, parece que cuantos más detalles demos sobre algo, mejores escritores somos. ¡Qué detallista es este autor! ¡Se para a mirar hasta el blanco de los ojos! Pues bien, os recomiendo que olvidéis todo lo que creíais saber sobre las descripciones si tenéis la idea arriba plasmada. No es fácil. No es enumerar las características de un objeto. No es poner cuantos más detalles, mejor. Y en absoluto es cómodo, ni para el escritor, ni para el lector. Para empezar, ¿qué pretendemos cuando describimos algo? No estamos elaborando un manual de instrucciones ni una memoria técnica. Con la narrativa aspiramos a transmitir sentimientos, sensaciones, a trasladar al lector fuera de su vida momentáneamente para vivir la de otros. Enunciar las propiedades de un objeto sin más es frío como el metal. Debemos ser más abstra...
Novelas, relatos, opiniones y mucha imaginación.