Describir es fácil. Basta con observar cualquier objeto y plasmar sus características sobre el papel. Es algo que hacemos desde niños. Por eso nos sentimos cómodos describiendo. Además, parece que cuantos más detalles demos sobre algo, mejores escritores somos. ¡Qué detallista es este autor! ¡Se para a mirar hasta el blanco de los ojos!
Pues bien, os recomiendo que olvidéis todo lo que creíais saber sobre las descripciones si tenéis la idea arriba plasmada. No es fácil. No es enumerar las características de un objeto. No es poner cuantos más detalles, mejor. Y en absoluto es cómodo, ni para el escritor, ni para el lector.
Para empezar, ¿qué pretendemos cuando describimos algo? No estamos elaborando un manual de instrucciones ni una memoria técnica. Con la narrativa aspiramos a transmitir sentimientos, sensaciones, a trasladar al lector fuera de su vida momentáneamente para vivir la de otros. Enunciar las propiedades de un objeto sin más es frío como el metal. Debemos ser más abstractos y utilizar el lenguaje poético para infundir alguna clase de sensación. Vamos a verlo con un ejemplo:
"La torre se elevaba sobre la ciudad hasta los 200 metros. Estaba coronada por tejas doradas y a lo largo de la estructura contaba con numerosas terrazas almenadas desde donde los defensores podrían acribillar a quienes intentaran tomarla por asalto."
"La torre proyectaba su colosal sombra dentada sobre la ciudad como una amenaza permanente. El sol arrancaba fuego de la cúspide dorada al atardecer y recordaba el destino que les aguardaba a quienes se rebelaran."
¿Percibís la diferencia? En el mismo espacio aproximadamente, he dado la misma información que en la primera versión. Además, he añadido toda una serie de matices que hacen ver la torre como siniestra, posiblemente el hogar de algún tirano despiadado. Probablemente, nadie recuerde durante mucho tiempo la primera descripción. Sin embargo, la segunda perdurará más en la memoria porque transmite mucho más.
Hablando de transmitir, debemos recordar que la escritura es un trabajo en equipo. El autor debe construir los cimientos y la estructura de la casa, pero el que coloca el tejado y la decoración es el lector con su imaginación. Es casi imposible transmitir una imagen nítida y clara de lo que tengamos en mente cuando escribimos. Si uno aspira a esto, quizás debería explorar el mundo del cine o los videojuegos. En un relato no debemos obcecarnos en dar hasta el más nimio de los detalles sobre decoraciones, vestimentas o paisajes. Solo conseguiremos recargar artificialmente la obra. El lector acabará imaginando lo que a él le parezca porque no será capaz de asimilar tanta información. Incluso si lo fuera, el resultado seguro que no se parece a lo que nosotros visualizábamos. Cada mente funciona de una forma.
No obstante, con esto no quiero decir que no se incluyan detalles, en absoluto. Los dtalles son importantes. Aun así, tendrán más impacto y contundencia un par de ellos bien escogidos que ayuden al lector a hacerse una idea aproximada para que luego rellene los huecos. Si incluímos muy pocos detalles, corremos el riesgo de ser demasiado abstractos y genéricos. Para esto ayuda elegir bien el léxico empleado, siendo lo más concretos posibles con las menos palabras requeridas. Es el arte de la concreción abstracta. El lenguaje poético también es muy necesario para esto.
Además, debemos tener en cuenta que los detalles visuales no son los únicos que debemos incluir en las descripciones. Para que sean realistas, también tenemos que incluir al resto de los sentidos. Muchas veces, alguien puede decirnos más por cómo huele que por su aspecto.
Un ejemplo podría ser el siguiente:
"Joey era un tipo de estatura media al que se le marcaban todos los músculos. Llevaba una camiseta de ACDC y unos pantalones desgastados. Tenía tres piercings en la oreja y dos en la nariz. La barba le hacía forma de uve doble y le caía sobre el pecho. Tenía la cabeza rapada excepto por una cresta pelirroja que se iba degradando hacia atrás hasta llegar al rosa. En los bíceps lucía sendos tatuajes. El izquierdo era una calavera con los ojos en llamas rodeada por un círculo de huesos. El derecho era una maza con pinchos atada a una cadena y unas líneas que imitaban el movimiento de la bola. Justo debajo había un cráneo ensangrentado al que se le habían salido todos los dientes a causa del golpe. Se tambaleaba a cada paso y tenía la mirada perdida. Todo aquel con el que se cruzaba recibía alguna mirada o unas palabras amenazantes".
"Joey apestaba a alcohol. La barba desgreñada y la camisa rockera rezumaban whisky. La cresta degradada era solo la de un gallo que iba cacareando con sus bíceps tatuados y su vocabulario obsceno. Cualquiera podría tumbarlo tirándole de alguno de los piercings de la oreja. Sus ojos estaban tan nublados como los de la calavera que lucía en la piel y su cabeza tan machacada como la de debajo de la maza en movimiento que se vislumbraba en el otro brazo".
De nuevo, en la mitad de extensión que en la primera versión, he dado mucha más información de Joey. Además es menos tedioso leerlo, si bien los detalles no están tan definidos y dejo mucha más libertad al lector para que lo imagine como prefiera. Con esto ya tiene una idea clara de quién es Joey.
Por último, debemos huir de los bloques totalmente descriptivos. Siempre que podamos, debemos intercalar las descripciones con la acción. De lo contrario, nuestro relato no tendrá ritmo y el lector tenderá a saltarse párrafos o páginas enteras, a menos que cierre el libro directamente. Debemos dar a las descripciones la importancia que tienen, ni más, ni menos.
Como ejemplo, el siguiente:
"El bazar era un lugar atestado de personas. Se trataba de una única calle larga en la que los puestos de vendedores se situaban a ambos lados. En sus tenderetes podía ver joyas y bisutería, alimentos y bebida, armas y armaduras, especias y ungüentos. Los comerciantes reclamaban la atención de los transeúntes e intentaban vender la mercancía como auténticas gangas.
Atravesé toda aquella marabunta con dificultad sin detenerme en ninguno de los puestos. Cuando llegué al final de la calle, pude respirar aliviado y por fin encontré a Jazmín."
"Entré en el bazar y tuve que abrirme paso casi a empujones. La gente se paraba frente a los tenderetes atraídos por los reclamos de joyas y el aroma suculento de los pasteles, bloqueando el paso. Uno de ellos me agarró del brazo para mostrarme una cimitarra bien afilada, pero yo me escapé enseguida con el único deseo de encontrarme con Jazmín al final de la calle, más larga ahora que durante la noche, cuando el silencio reinaba".
De nuevo, más información en menos extensión y mucho más ameno de leer. Espero que estos ejemplos os hayan servido para ilustraros en cómo deberíamos describir y huir de lo fácil, de lo cómodo y lo aburrido.
En la próxima entrega hablaremos de los diálogos.
Pues bien, os recomiendo que olvidéis todo lo que creíais saber sobre las descripciones si tenéis la idea arriba plasmada. No es fácil. No es enumerar las características de un objeto. No es poner cuantos más detalles, mejor. Y en absoluto es cómodo, ni para el escritor, ni para el lector.
Para empezar, ¿qué pretendemos cuando describimos algo? No estamos elaborando un manual de instrucciones ni una memoria técnica. Con la narrativa aspiramos a transmitir sentimientos, sensaciones, a trasladar al lector fuera de su vida momentáneamente para vivir la de otros. Enunciar las propiedades de un objeto sin más es frío como el metal. Debemos ser más abstractos y utilizar el lenguaje poético para infundir alguna clase de sensación. Vamos a verlo con un ejemplo:
"La torre se elevaba sobre la ciudad hasta los 200 metros. Estaba coronada por tejas doradas y a lo largo de la estructura contaba con numerosas terrazas almenadas desde donde los defensores podrían acribillar a quienes intentaran tomarla por asalto."
"La torre proyectaba su colosal sombra dentada sobre la ciudad como una amenaza permanente. El sol arrancaba fuego de la cúspide dorada al atardecer y recordaba el destino que les aguardaba a quienes se rebelaran."
¿Percibís la diferencia? En el mismo espacio aproximadamente, he dado la misma información que en la primera versión. Además, he añadido toda una serie de matices que hacen ver la torre como siniestra, posiblemente el hogar de algún tirano despiadado. Probablemente, nadie recuerde durante mucho tiempo la primera descripción. Sin embargo, la segunda perdurará más en la memoria porque transmite mucho más.
Hablando de transmitir, debemos recordar que la escritura es un trabajo en equipo. El autor debe construir los cimientos y la estructura de la casa, pero el que coloca el tejado y la decoración es el lector con su imaginación. Es casi imposible transmitir una imagen nítida y clara de lo que tengamos en mente cuando escribimos. Si uno aspira a esto, quizás debería explorar el mundo del cine o los videojuegos. En un relato no debemos obcecarnos en dar hasta el más nimio de los detalles sobre decoraciones, vestimentas o paisajes. Solo conseguiremos recargar artificialmente la obra. El lector acabará imaginando lo que a él le parezca porque no será capaz de asimilar tanta información. Incluso si lo fuera, el resultado seguro que no se parece a lo que nosotros visualizábamos. Cada mente funciona de una forma.
No obstante, con esto no quiero decir que no se incluyan detalles, en absoluto. Los dtalles son importantes. Aun así, tendrán más impacto y contundencia un par de ellos bien escogidos que ayuden al lector a hacerse una idea aproximada para que luego rellene los huecos. Si incluímos muy pocos detalles, corremos el riesgo de ser demasiado abstractos y genéricos. Para esto ayuda elegir bien el léxico empleado, siendo lo más concretos posibles con las menos palabras requeridas. Es el arte de la concreción abstracta. El lenguaje poético también es muy necesario para esto.
Además, debemos tener en cuenta que los detalles visuales no son los únicos que debemos incluir en las descripciones. Para que sean realistas, también tenemos que incluir al resto de los sentidos. Muchas veces, alguien puede decirnos más por cómo huele que por su aspecto.
Un ejemplo podría ser el siguiente:
"Joey era un tipo de estatura media al que se le marcaban todos los músculos. Llevaba una camiseta de ACDC y unos pantalones desgastados. Tenía tres piercings en la oreja y dos en la nariz. La barba le hacía forma de uve doble y le caía sobre el pecho. Tenía la cabeza rapada excepto por una cresta pelirroja que se iba degradando hacia atrás hasta llegar al rosa. En los bíceps lucía sendos tatuajes. El izquierdo era una calavera con los ojos en llamas rodeada por un círculo de huesos. El derecho era una maza con pinchos atada a una cadena y unas líneas que imitaban el movimiento de la bola. Justo debajo había un cráneo ensangrentado al que se le habían salido todos los dientes a causa del golpe. Se tambaleaba a cada paso y tenía la mirada perdida. Todo aquel con el que se cruzaba recibía alguna mirada o unas palabras amenazantes".
"Joey apestaba a alcohol. La barba desgreñada y la camisa rockera rezumaban whisky. La cresta degradada era solo la de un gallo que iba cacareando con sus bíceps tatuados y su vocabulario obsceno. Cualquiera podría tumbarlo tirándole de alguno de los piercings de la oreja. Sus ojos estaban tan nublados como los de la calavera que lucía en la piel y su cabeza tan machacada como la de debajo de la maza en movimiento que se vislumbraba en el otro brazo".
De nuevo, en la mitad de extensión que en la primera versión, he dado mucha más información de Joey. Además es menos tedioso leerlo, si bien los detalles no están tan definidos y dejo mucha más libertad al lector para que lo imagine como prefiera. Con esto ya tiene una idea clara de quién es Joey.
Por último, debemos huir de los bloques totalmente descriptivos. Siempre que podamos, debemos intercalar las descripciones con la acción. De lo contrario, nuestro relato no tendrá ritmo y el lector tenderá a saltarse párrafos o páginas enteras, a menos que cierre el libro directamente. Debemos dar a las descripciones la importancia que tienen, ni más, ni menos.
Como ejemplo, el siguiente:
"El bazar era un lugar atestado de personas. Se trataba de una única calle larga en la que los puestos de vendedores se situaban a ambos lados. En sus tenderetes podía ver joyas y bisutería, alimentos y bebida, armas y armaduras, especias y ungüentos. Los comerciantes reclamaban la atención de los transeúntes e intentaban vender la mercancía como auténticas gangas.
Atravesé toda aquella marabunta con dificultad sin detenerme en ninguno de los puestos. Cuando llegué al final de la calle, pude respirar aliviado y por fin encontré a Jazmín."
"Entré en el bazar y tuve que abrirme paso casi a empujones. La gente se paraba frente a los tenderetes atraídos por los reclamos de joyas y el aroma suculento de los pasteles, bloqueando el paso. Uno de ellos me agarró del brazo para mostrarme una cimitarra bien afilada, pero yo me escapé enseguida con el único deseo de encontrarme con Jazmín al final de la calle, más larga ahora que durante la noche, cuando el silencio reinaba".
De nuevo, más información en menos extensión y mucho más ameno de leer. Espero que estos ejemplos os hayan servido para ilustraros en cómo deberíamos describir y huir de lo fácil, de lo cómodo y lo aburrido.
En la próxima entrega hablaremos de los diálogos.
puntodidot
ResponderEliminarEl arte de redactar y publicar tu historia es una aventura única. Cada palabra es un lienzo, y cada publicación es una ventana a tu mundo interior. ¡Comparte tu narrativa con confianza!