¡Hola, estimados lectores! Sé que llevo bastante tiempo sin publicar ninguna entrada nueva. ¡Espero que el fan fic de Canción de Hielo y Fuego no os dejara con hambre!
Hoy, sin embargo, os traigo algo un poco distinto. Un artículo de análisis y opinión sobre un acontecimiento que está teniendo lugar estos días. ¡La Fiesta del Cine! Para los que no lo sepan, estos días se están vendiendo las entradas considerablemente más baratas que de costumbre, a 2,90 €. Si no os habíais enterado, ¡corred, que hoy es el último día! Eso sí, ¡preparaos para aguantar colas!
Y es que, desde el lunes (día en el que empezó la iniciativa), la afluencia de espectadores a las salas ha sido masiva. El incremento está en torno al 500%; ¡una barbaridad! De hecho, hay datos de una sala que ha multiplicado por 4 sus ingresos a pesar de la reducción drástica de precio.
¿Cuál es la conclusión que podemos sacar? Que el cine es caro, más en la situación actual de la economía. Pocos son los afortunados que pueden permitirse este lujo, y de ahí la extensión de la piratería. Pero, como se puede apreciar, si los precios se adecúan a lo que los clientes están dispuestos a pagar, la demanda aumenta de forma muy significativa.
¡Pues que bajen los precios y problema resuelto! La respuesta no es tan simple. Es de suponer que los dueños de los cines no ponen las entradas a un precio tan alto por gusto. Ellos deben hacer frente a unos gastos y buena parte de ellos corresponden a las distribuidoras. Es posible que, a pesar de multiplicar sus ingresos, la cantidad de dinero por royalties que deban pagar sea más elevada, de forma que no les salga rentable. Además, hay que tener en cuenta que la oferta es por tiempo limitado y eso puede incrementar notablemente la afluencia de espectadores. Si se implantara de forma fija, seguramente no sería tan grande.
¿Y cuál es el remedio entonces? Pues, como vengo diciendo desde hace tiempo, el cambio del modelo de negocio. En pleno siglo XXI, cuando las conexiones de internet son cada vez más rápidas, resulta casi anacrónico que haya empresas dedicadas a la distribución física del material cinematográfico. Obviamente, siempre habrá algunos intermediarios, como empresas de doblaje y otros similares. Pero igual que se recorta en tantas otras cosas para buscar la eficiencia, también es necesario recortar en gastos que puedan ser superfluos. Además, las productoras deberían tomar buena nota de la iniciativa. Es obvio que la estrategia de subir los precios para cubrir las pérdidas ocasionadas por la piratería no funciona; en cambio, el público recibe con los brazos abiertos una oferta competitiva.
Otra ventaja que tienen los cines es la oferta agregada. Por mucho que podamos descargar una película de forma ilegal y verla en nuestra casa, la calidad de imagen y, sobre todo, de sonido son un bien a explotar por las salas. Los servicios de avituallamiento también son otro punto donde hacer énfasis porque, ¿a quién no le gusta comerse unas palomitas mientras disfruta de la peli?
En resumen, la Fiesta del Cine ha servido para mostrar a la industria cinematográfica por dónde deben atacar el problema, al menos de forma parcial. La pelota ha quedado en su tejado y sólo de ella depende que se recoja el guante de los espectadores, adentrándose por fin en el mundo del nuevo siglo.
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