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Aprende a escribir narrativa II: Leer y escribir

Todo niño que ansíe ser futbolista querrá imitar a sus ídolos, ya sean Messi, Zidane o Cristiano Ronaldo. Del mismo modo, aquel que aspire a ser un buen escritor debería fijarse en los mejores. Esto implica leer; leer mucho.

Pero, ¿cuánto hay que leer exactamente? Pues no hay una respuesta. En primer lugar, depende de ti mismo. Hay gente que absorbe mejor los conceptos y las técnicas, y le es suficiente con leer unos cuantos libros al año, y hay otra que necesita decenas de ellos para asimilarlos. A esto he de añadir mi experiencia personal. Una vez he estudiado en la escuela la manera en la que se escribe, puedo darme cuenta mucho más fácilmente de los detalles buenos y malos. Además, según voy leyendo más y más autores, lo hago de una forma más automática.

Así que, aunque no haya una fórmula matemática exacta, yo diría que la cantidad de lectura necesaria para escribir bien es inversamente proporcional a la asimilación de los conceptos que uno tenga y a la cantidad de lecturas que tenga ya en su haber. Entre estas dos cosas, yo le daría mucho más peso al primer factor. Hay gente que no aprende por mucho que lea.

No obstante, no todo es la cantidad. También importa la calidad. Aquí he de lanzar una advertencia: olvidaos del material de lectura en internet. La red está llena de ficciones creadas por fans (fan fiction o fan fic) y relatos que pretenden revolucionar la literatura. Yo mismo he caído en sus garras y he llegado a pensar que si todo el mundo escribe así, ésa debe de ser la manera correcta. Eso me ha hecho involucionar en algunos aspectos. Bueno, la prueba clara de que no lo es la tenemos en que escriben en internet y ninguna editorial se interesa por sus historias. Pero si necesitáis algo tangible y no susceptible de contaminación política, solo tenéis que comparar un buen libro con estos textos. La diferencia salta a la vista. Incluso puede no ser una mala historia, pero las carencias técnicas la harán en el cómputo global un mal relato.

Creo que un buen indicador para saber si estáis caminando por la senda correcta son los géneros. Es curioso cómo antes yo solo leía cierto tipo de libros. Me gusta la fantasía y la ciencia ficción, para qué negarlo. Sin embargo, ahora disfruto de todo tipo de obras. Además, me doy cuenta de lo mal escritas que están algunas de estos géneros, aunque el tema me pueda apasionar.

Hablemos ahora de la escritura. Si estás leyendo esto, supongo que lo que quieres no es leer, sino escribir. Bueno, espero que ya hayas asumido que no puedes tener una sin la otra. Pero reflexiona. ¿Quieres escribir o quieres publicar? Porque son dos cosas totalmente diferentes.

Por supuesto que a todo escritor le gustaría que le publicasen alguno de sus relatos. Eso es innegable. Pero uno no debería escribir pensando en ello. Las historias surgen y fluyen. Pueden desembocar en algo decente o pueden naufragar por el camino. Quizás nuestro nivel no es el suficiente o no hemo planteado el relato de la forma adecuada. El resultado es el mismo.

Como sabéis, yo he recurrido a la autopublicación con una editorial. No voy a deciros que esto sea un pecado ni un sacrilegio. Allá cada cual con su vida. En su momento me pareció buena idea, pero ahora que sé algo más de esto, he de confesar que no volvería a hacerlo. Es caro. Más caro de lo que debería en términos relativos. Debe de serlo porque la segunda edición me salía con un 40% de descuento. El precio debía de estar inflado a más del doble.

Pero, ¿qué problema hay? Ellas ganan dinero y tú cumples tu sueño. Todos ganamos, ¿no? Excepto nuestras obras. Este modelo tiende a hacer la crítica del editor mínima o nula. Nadie nos dirá lo mal que está nuestro libro. Solo se lo enseñaremos a nuestros más allegados por miedo a que nos plagien nuestra maravillosa idea. Seamos sinceros: ellos no van a ejercer de correctores porque ni siquiera tendrán la capacidad para hacerlo en muchos casos, dejando a un lado el vínculo emocional de destrozar nuestras ilusiones.

Gracias a las clases de escritura he podido conocer a autores consagrados y otros que acaban de empezar. El denominador común es que sus obras son buenas. Obviamente existen dioses que venden solo con poner su nombre en el libro. Las editoriales lo saben y les publicarán cualquier cosa que les traigan mientras sea decente. A nosotros, simples mortales, solo nos queda hacerlo bien para llamar su atención.

En definitiva, no tratéis de publicar todo lo que salga de vuestras manos. La mayor parte de ello solo tiene un destino posible: la papelera.

Dicho esto, escribid mucho, de manera constante. Renegad de la manida excusa de la falta de inspiración. Hacedlo casi a diario y sed autocríticos. No dudéis en corregir vuestros relatos una, dos o tres veces; las que hagan falta. Gracias a la lectura, aprenderéis a ver lo que les falta y lo que les sobra. Aprenderéis a escribir bien y hasta puede que logréis publicar algún día.

Hasta entonces, recordad que la escritura es una combinación de trabajo y talento, y que solo el primero está en nuestras manos. El otro se lo conceden los dioses a unos pocos privilegiados.

Os espero en la próxima entrada, en la que os hablaré de mi opinión sobre la extensión de los relatos y cómo afecta esto a la forma de escribir. ¡Hasta la próxima!

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